lunes, 27 de marzo de 2017

Jacinto Batista : el Comando Anfibio entrerriano que ordenó a las tropas británicas abandonar Malvinas


El Jacinto Eliseo Batista el Comando Anfibio entrerriano que participó en la recuperación de las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982

El comando anfibio colonense Jacinto Batista ordenaba a las tropas inglesas que abandonen Puerto Argentino. La imagen dio la vuelta al mundo y lo transformó en el "argentino más odiado por los ingleses".
Acaso debió pensar, en ese instante, que el destino le había deparado una misión extraordinaria. Pero no tuvo tiempo. Porque en ese instante -2 de abril, 1982, Islas Malvinas- sostenía con la mano derecha el fusil colgado del hombro, listo para tronar ante cualquier movimiento sospechoso de sus prisioneros, guiados por el comando inglés Lou Armour, cabeza de su grupo.

Tampoco supo que ese instante fue captado por el fotógrafo Rafael Wollman, el único de su oficio en esa helada mañana. Y mucho menos que esa foto daría la vuelta al mundo sin fecha de vencimiento.

Hasta hoy. Hasta siempre.

Gorro de lana. La cara en sombras por la pintura de combate. Con la mano izquierda ordena la fila de soldados ingleses, que caminan con los brazos en alto: rendición.

En ese instante, también Port Stanley cambiaba de nombre: Puerto Argentino.

Nombre: Jacinto Eliseo Batista. Entrerriano. Clase 1950. Se alistó apenas cumplió, en la isla Martín García, sus 15 años. Sirvió en el rompehielos San Martín. Especialidad: explosivos.

Familia: su esposa Elsa Marina Matei, y tres hijas: Andrea, Nadia y Bárbara.

Su encuentro con el destino empezó con un misterio...

Era cabo principal cuando, sin órdenes ni explicación alguna, en Puerto Belgrano, lo embarcaron en la fragata Santísima Trinidad. Rumbo: desconocido.

"Pero todos sospechábamos que íbamos a las Malvinas", recordó a lo largo de su relato, repetido (casi) en cada aniversario. Recién en alta mar les dieron las órdenes: donde solo ellos podían oírlas. Top Secret...

Subametralladora silenciada Sterling L34A1 - Mk.5 usada por los Comandos Anfibios de la Armada Argentina
Desembarcaron el primero de abril, apenas pasadas las nueve de la noche. Batista fue el bote-guía, y de la playa en adelante, el explorador. Con el único visor nocturno, y marchando doscientos metros adelante.

Objetivo: tomar el cuartel de los Royal Marines y la casa del gobernador.

Orden tajante: "¡No matar!"

La conjetura: ocupar las islas y negociar la retirada.

Separados en dos grupos, Batista llegó al cuartel, pero estaba desierto: los Royal habían entrado en acción. Y allí, un segundo acto histórico: izaron por primera vez la bandera argentina.


En la casa del gobernador, en cambio, la resistencia fue muy dura, y casi hasta el alba. El grupo argentino venció, pero al precio de su primer muerto: el capitán y buzo táctico Pedro Giachino. Entró en la casa. Pero al salir lo alcanzó una bala inglesa...

Batista recuerda que le dijo "¿Qué te pasó, Pedrito?", y que le tocó la cabeza. Había perdido mucha sangre.
Era el fin.

En cambio, no recuerda en qué momento Rafael Wollman tomó la foto-emblema, pero supo que era el soldado más odiado por los ingleses, y que el 14 de junio, día de la caída de Puerto Argentino, lo buscaron entre los prisioneros..., no para servirle un té.
"Para fotografiarme con los brazos en alto", suele bromear.


Pero Batista ya no estaba en las islas. Los comandos volvieron al continente el mismo 2 de abril, y él jamás regresó. Tuvo la chance en una misión especial luego del desembarco de los ingleses, pero fue abortada mientras el avión Hércules ya carreteaba...

La pregunta de rigor en cada entrevista:

- ¿Volvería a las Malvinas?
- De visita, no. ¿Pero si hay que recuperarlas y me llaman? ¡Sin duda!

Aunque tiene 62 años y se retiró de las filas hace una década y media, es seco en su juicio: "los ingleses no eran mejores que nosotros, pero tuvieron más medios, y apoyo de los norteamericanos y los chilenos".

Y nada nostálgico: "Me mandaron a cumplir una misión, y fui. Para eso nos paga el Estado". Filosofía de comando anfibio. Hombres que son buzos, paracaidistas, expertos en explorar agua y tierra. Guerreros profesionales de elite entrenados para soportar todo hasta más allá de sus fuerzas.


Pero a pesar de su prudencia, más de una vez se atrevió al pronóstico y a la crítica. Cree que la Operación Rosario debió terminar el mismo día de la ocupación, pero que todo se cambió sobre la marcha, y sin previsión. Supone que si el plan original hubiera sido resistir en lugar de negociar, la flota inglesa no habría llegado, bombardeada por las Fuerza Aérea a la altura de Brasil. Y aun así, era necesario fortificar las islas, confiando en la potencia del cañón Sofman de 155 milímetros y alcance de de 18 kilómetros, y en una defensa costera de cemento fabricada en el continente y llevada hasta el frente de combate.

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