El Apostadero Naval Malvinas fue el centro de operaciones
logísticas para una guerra precipitada. Nació el mismo 2 de abril para
abastecer la operatoria naval en el archipiélago.
Acta de creación del Apostadero Naval |
Apenas cumplida la misión, una de las primeras acciones de
la Armada fue construir el Apostadero Naval en Puerto Argentino.
Se trataba de un establecimiento con funciones logísticas de
todo tipo, aunque lo primordial era brindar apoyo a las unidades que operaban
en la capital. Quedó a cargo el capitán de fragata Adolfo Gaffoglio.
A las 7:35 comenzó el desembarco del rompehielos Almirante
Irízar, que entre tantas cosas traía 19 hombres que habían dormido mal en el
laboratorio del barco.
“Al principio no teníamos nada. Y cuando digo nada, es nada.
Fue el inicio de la Marina en las Malvinas”, cuenta Roberto Coccia, que fue el
bioquímico del Apostadero.
Fue como un almacén de ramos generales para los buques, que
cargaban y descargaban. Además patrullaban, custodiaban la península Camber y
el faro San Felipe; hacían la provisión de suministros, la operación de radios
y las centrales telefónicas; tenían un puesto de socorro y hasta se llevaba a
cabo la recuperación físico-mental de los soldados de la Infantería de Marina.
Claudio Guida, entonces conscripto, construyó el cartel del
"Apostadero Naval Malvinas". Había sido pensado para tapar uno de
"Falkland Islands Company", pero como la gobernación no lo autorizó,
se puso en un galpón contiguo.
El soldado Claudio Guida quien realizó el cartel del Apostadero Naval Malvinas izando la bandera argentina |
Recién en mayo del 82 se estableció la plana mayor, en unos
galpones que se usaban para acopiar lana y carpintería. Hubo, en total, entre
170 y 220 personas. Esa comunidad compartió la guerra hasta el final.
Antes del desembarco en las islas, una veintena de hombres fueron seleccionados del Crucero General Belgrano; esa dotación primigenia salvó su vida. Con el estallido de la guerra, sin embargo, el Apostadero aumentó progresivamente su tropa hasta sumar unos 220 hombres.
Cada conscripto naval que llegaba a Malvinas era asignado al
ANM, donde se cubrían las tareas más heterogéneas. En marcadas condiciones de
inferioridad, aquel 2 de abril, sin techo donde asentarse, los primeros hombres
se estrenaron en Puerto Argentino como una unidad trashumante.
Ocuparon una de las sedes portuarias de la FIC hasta que un
regimiento de la Infantería de Marina, mucho más numeroso, los expulsó de esos
amplios galpones. Con nuevos arribos, cuando la dotación sumaba cerca de un
centenar de hombres, se acomodaron en la bodega del buque de Transportes
Navales ARA Bahía Buen Suceso. Aquel "rancho" duró poco. No bien
habían completado uno de los tantos alijes, la nave zarpó de madrugada hacia el
Estrecho de San Carlos con combustible aeronaval, víveres y pertrechos. Debía
abastecer al resto de las dotaciones repartidas por el archipiélago. El buque
jamás regresó.
Por las noches, para no alertar a los isleños, la tarea
logística no conocía treguas. Al continuo alije y estiba de artillería,
municiones y víveres se sumaba el abastecimiento de combustible para la flota.
Con creatividad, compromiso de la gente y un tipo de liderazgo que más que
imposiciones marciales dio libre albedrío a la inventiva, el Apostadero se las
ingenió para proveer todo sin contar con mucho.
Los detractores del Apostadero critican las
"comodidades" de las que gozó la unidad en aquella carpintería dotada
de cierto confort. Fue la destreza de los miembros del ANM la que permitió que
se instalaran duchas y hornos y que con madera de la FIC construyeran camas.
Ninguno pasó hambre.
También le han cuestionado que salvo por los que combatieron
en Camber y los que tripularon nueve buques heroicos como el Isla de los
Estados o el Monsunen, la mayoría desconoció el frío y la humedad de las
trincheras cavadas en la turba. Sin embargo, fue iniciativa de esos hombres la
creación de lo que bautizaron luego como "el SPA para infantes de
marina". Por grupos reducidos, se rescataba a los infantes con dolencias,
cansancio o pie de trinchera del interior de la isla. En un barril vacío de 200
litros, calentado a las brasas, se introducía al soldado exhausto y desnudo. Se
le daba un shock de calor, vapor y masajes; luego una ducha. Un suculento
guiso, atención de primeros auxilios, tiempo de ocio para leer o escribir
cartas y al menos una noche de sueño bajo techo para restituir el temple de
aquellos en la primera línea de fuego.
Esa "unidad olvidada" aprovisionó día y noche la
febril operatoria portuaria, desplegó parte de su gente en nueve buques,
defendió los espejos de agua, aseguró las cabezas de playa con sus buzos
tácticos, acondicionó una improvisada plataforma móvil para el lanzamiento de
misiles Exocet, combatió en el frente en la península de Camber, custodió el
faro San Felipe, rescató náufragos, alimentó y cobijó a los combatientes, entre
un sinnúmero de tareas. Durante los 78 días en que funcionó estuvo al mando del
capitán de Fragata Adolfo Gaffoglio.
Gaffoglio, ex submarinista y jefe del Apostadero, perdió
gran parte de su audición en la guerra. Regresó con un tercio de su peso al
continente un mes después de lo que lo hicieran sus hombres y fue uno de los
oficiales que más conocía Malvinas antes de la guerra. Viajaba con frecuencia a
las islas como representante de Transportes Navales (TN). Aunque cumplió un rol
dual: a él le encomendaron las tareas de inteligencia previas para fotografiar
objetivos, aportar cartografía y relacionarse con las autoridades isleñas.
También para relevar junto a un experto en gradientes de playa los puntos aptos
para el desembarco de buzos tácticos. Aquel especialista clave se camufló como
electricista en el buque ARA Isla de los Estados, que entonces abastecía con
materias primas argentinas a las islas. Una vez desembarcado en Puerto Stanley
escudriñaron las distintas playas. Cámara en mano, simularan despuntar el vicio
por el avistaje de aves y fauna marina. Gaffoglio regresó de aquel viaje a
Malvinas el 24 de marzo de 1982. Seis horas después le ordenaron volver a
embarcarse en el rompehielos Irizar de regreso a las islas. La Operación
Rosario estaba en marcha, aunque podía abortarse. El desembarco dependía, entre
otros factores, de la postura del expresidente de Estados Unidos, Ronald
Reagan.
"La guerra fue un sacrificio inesperado, porque uno no
tenía idea la dimensión que iba a adquirir eso—dice—. Al comienzo no había
apoyo logístico como en una base naval y de la nada tuvimos un eficiente centro
de abastecimiento, adiestramiento militar, un espacio para recuperar física y
animicamente infantes para el combate y hasta una panadería para alimentar bien
a los hombres y una peluquería para levantarles la moral a los soldados. Eso fue posible porque la gente fue
superlativa. Hacían mucho más de lo que se les pedía. Las órdenes eran para
cumplir pero en aquellas circunstancias las limitaciones no se pasaban por
alto. Como todas las cosas en el Apostadero se pedían con 'por favor' o en
forma coloquial, uno decía: 'Fulano, escuche, hay que hacer tal cosa. ¿Estamos
en condiciones?'. Eso daba pie a un intercambio de ideas, siempre dentro de la
égida militar. Pero la gente, y también los que hoy no están, fueron un grupo
que en base a ingenio y predisposición tuvo un desempeño extraordinario".
Cartel del Apostadero Naval Malvinas señalado por el exconscripto Osvaldo Venturini y construido por Claudio Guida |
En la cadena sucesiva de mando hubo mucho de dejar hacer, de
propia iniciativa y de apoyos espontáneos. Los aportes de las familias con sus
cartas, el inicial apoyo de la sociedad, y la templanza y el buen trato de los
comandos—cuenta Gionco— levantaron mucho la moral.
Ricardo Giri, Marcelo Padula y Daniel Gionco en el
aeropuerto de P. Argentino – Junio de 1982
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El suboficial primero Norberto Giordano (82), alma máter en
el manejo de los jóvenes de 19 y 20 años del Apostadero, desplegó en el trato
un método infalible: "Nos tenía cagando—cuenta el Pájaro Asenjo, que hoy
reconstruye locomotoras—. Pero lo hacía para que nos olvidáramos de nuestras
carencias y de la necesidad de nuestras familias. Si preguntás, no hay aquí
quien diga que él no nos cuidó como si fuéramos hijos. Fue un padre severo y
protector".
Integrantes del Apostadero Naval Malvinas el 20 de junio de 2018 en su reunión anual |
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