El comandante del submarino, el capitán de fragata (R)
Horacio Bicain relata la histórica participación en el desembarco del 2 de
abril y la posterior labor en las Georgias cuando fue atacado por seis
helicópteros británicos.
El submarino ARA Santa Fe, construido en Estados Unidos a
fines de la Segunda Guerra Mundial, fue incorporado por la Armada Argentina en
1971. Una década después, el 21 diciembre de 1981, el entonces Capitán de
Corbeta, Horacio Bicain, con 38 años, asumió su comandancia.
Zarpamos de Mar del Plata el 27 de marzo con una tripulación
de 75 hombres y una sección de buzos tácticos. Cuando salimos le comuniqué a
toda la dotación que íbamos para Malvinas y que nuestra misión era desembarcar
a los buzos tácticos para que tomen el aeropuerto, el istmo que lo unía con la
zona de Puerto Argentino, y marcar la playa de desembarco para orientar a las
embarcaciones de los Infantes. La tripulación estaba eufórica, todos sabíamos
que si se hacia el desembarco íbamos a ser parte de la historia. Por mi parte,
estaba sumamente tranquilo, porque sabía que no iba a haber oposición naval.
Estuvímos en inmersión frente a Malvinas desde el 30 de
marzo a la noche y por el periscopio veíamos mucho movimiento. El 1 de abril se
produjo un incendio de un cable maestro y me quedé sin comunicaciones, sólo
recuperamos la función de escucha. Logré recibir la orden de cancelar mis dos
primeras misiones y sólo me quedó la de marcar la playa de desembarco. Por lo
tanto, tuve que tomar la decisión de cambiar de playa. A las 23.50 del 1º de
abril cuando apagan el faro del Cabo San Felipe y veo el movimiento de la flota
confirmé que el desembarco se estaba realizando. Entonces decidí avanzar en
inmersión para luego salir a superficie para que armaran los botes y cumplieran
su misión. No me arrepiento de la decisión de haber cambiado de playa, porque
en la elegida originalmente había tres nidos de ametralladora de los ingleses.
La última misión
El 7 de abril regresaron a la base de Mar del Plata y ese
mismo día Bicain fue notificado que tenía que partir hacia las islas Georgias.
Zarparon el 16 de abril ya con los torpedos de combate y su misión fue
trasladar a un grupo de 20 Infantes de Marina para reforzar las Georgias,
víveres como para 90 días y 10 toneladas de carga entre equipos de radios,
misiles anti helicópteros y hasta un cañón sin retroceso. La vieja nave
iniciaba su última misión.
Rumbo hacia las Georgias
Enfrentamos un temporal muy grande que originó el
desprendimiento de parte de la torreta. A 50 metros de profundidad se movía,
entonces decidí ir más abajo. Una de mis preocupaciones era que de los 20
infantes que llevábamos solo uno había navegado en submarino y si alguno
enloquecía, por la claustrofobia, había pensado, como solución final, pegarle
un tiro. Pero se lo bancaron y nadie entró en pánico. A diferencia del 2 abril,
este viaje fue totalmente distinto porque teníamos que burlar el bloqueo que ya
había declarado Gran Bretaña.
Capitán de fragata re Horacio Bicain estuvo al mando del submerino ARA Santa Fe, en Georgias del Sur |
En inmersión llegamos a las Georgias el 24 de abril. Cuando
se hizo de noche salimos a superficie y avanzamos pegados a la costa para
burlar los radares y superar otro problema que eran las piedras. Yo daba por
sentado que los británicos sabían de nuestra presencia y, años después, me
enteré que pasamos entre dos submarinos nucleares: el Conqueror y el Splendid.
Si nos hubiesen detectado nos bajaban. Antes de desembarcar nuestra duda era si
en Georgias había ingleses. Entonces, entre los infantes de marina que yo tenía
embarcados y los que habían quedado desde el 3 de abril en las islas se
comunicaron por radio, por un canal internacional, pero en jeringoso y con sus
apodos. Y así nos enteramos que había solo argentinos y mandamos las lanchas.
Además del personal, las lanchas descargaron todo el
material. Yo había decidido que a las 4 de la mañana emprenderíamos el regreso
con dirección a una caleta para hacer algunas reparaciones. Pero nos retrasamos
y salimos 4:45, en la penumbra del amanecer. Estábamos saliendo en superficie
cuando aparece un helicóptero inglés y nos tira dos bombas de profundidad.
Explotaron cerca, no se produjeron daños pero el Santa Fe se sacudió todo, se
cortó la luz y la propulsión. A los pocos minutos, que a mí me parecieron
horas, cuando se normalizó el sistema decidí volver a Grytviken. En total
fueron seis helicópteros que nos atacaron con ametralladoras y misiles.
Cada uno hacia lo que tenía que hacer en esas
circunstancias. Hubo miedo pero no pánico, lo cual demuestra que el
adiestramiento que teníamos fue el adecuado. Había que negarle la vertical a
los helicópteros para evitar que nos tiren otras bombas desde arriba. Entonces
salieron siete cabos con fusiles para dispararles a los helicópteros. Tres
tiraban y cuatro recargaban. Cuando los helicópteros vieron que se les hacía
fuego desde el submarino no se acercaron mas, tiraban de lejos. Ese día los
británicos reportaron dos helicópteros averiados que tuvieron que aterrizar de
emergencia. Uno de los misiles que nos tiraron pegó en la torreta y ahí perdió
la pierna el cabo Macias.
Averiado, logramos llegar ( al muelle) mientras los ingleses
seguían atacando con misiles y ahora agregaban los morteros. Desembarcamos y en
las horas siguientes, cuando podíamos, fuimos bajando del submarino los planos
de la flota y los quemamos. Por la tarde, el capitán Lagos, jefe de la
infantería de Marina en tierra, me informó que teníamos que rendirnos. Las
ordenes políticas que tenían era dejar que los ingleses recuperaran las islas
con acciones de fuerza, pensando que después se podía discutir. No querían
muertes inútiles. Yo quería pasar la noche para evaluar los daños del submarino
y saber si podíamos volver, pero Lagos me dijo que no, que a la noche iba a ser
una carnicería.
La rendición
A eso de las 16, nos pidieron que arriáramos la bandera
argentina e izáramos la inglesa. Por supuesto, que la inglesa no la izamos. Se
produjo, en ese momento, un hecho que siempre recuerdo y que me pone la piel de
gallina: Formados, entonamos el Himno Nacional a capela mientras arriábamos la
bandera. Apenas terminamos, empezaron a salir comandos ingleses de todas partes
y fuimos tomados prisioneros.
La muerte del suboficial Artuso
Al día siguiente de la rendición, el comandante de la
Fragata británica Brillant, Capitán Coward, que era submarinista, viajó a
Grytviken para examinar el ARA Santa Fe. Se reunió con Bicain y le comunicó que
debía sacar el submarino de donde estaba amarrado en el muelle porque
representaba un peligro, ya que el ácido sulfúrico de las baterías podían crear
gas cloro en contacto con el agua. Después de un intercambio de palabras con
Coward, Bicain seleccionó gente de su tripulación para cumplir con la tarea que
terminaría trágicamente.
Los ingleses nos acompañaron con ametralladoras al submarino
y en un momento se empieza a inclinar por los agujeros que tenía de los
ataques. Entonces yo le digo a Coward que había que prender los compresores, y
él acepta. El ruido que empezó a escucharse respondía a la orden que dí. Pero
en ese momento el timonel me grita: ¡Le pegaron un tiro al suboficial Felix
Artuso!. Fue un trágico error. El inglés que estaba custodiando a Artuso pensó
que estaba hundiendo el submarino y por eso lo mató. Ellos hicieron un sumario
muy serio y reconocieron que fue un error. La muerte de Artuso es algo que yo
cargo sobre mi conciencia, porque si yo no hubiese aceptado lo que me pedía
Coward, hoy Artuso estaría vivo. Fue enterrado con honores en el cementerio de
Grytviken durante una ceremonia realizada por los ingleses, que yo acepté y
agradecí. En 1985 los británicos quisieron llevarse el submarino a Londres pero
se terminó de hundir.
La gesta de Malvinas
Fue la primera vez que se le demostró al mundo nuestro
interés real y cierto. Dando la vida y enfrentándose a la segunda potencia de
occidente con la ayuda de la primera. Y en lo personal, participar de una
guerra me dio más fortaleza para tomar decisiones y menos tolerancia con los
inútiles. Ninguna guerra es un privilegio, pero tuve la oportunidad de comandar
una unidad y sentir el respeto de mis subordinados. Comandé una unidad de
combate vieja y demás, pero era mi submarino.
Apasionante y doloroso relato. Honor y gloria a nuestros héroes
ResponderEliminar"A capella cantábamos el Himno Nacional mientras arriábamos nuestra bandera..." la pucha se añuma el gargero paisano! Viva la Patria carajo!!!!!
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