10 de junio de 1982
Comandos argentinos abaten al capitán Hamilton un oficial
del SAS en Malvinas
El coronel (R) José Martiniano Duarte recuerda el episodio
que le tocó vivir cuando junto a su sección de la Compañía de Comandos 601
combatió con un patrulla del SAS del Ejército británico.
Durante el conflicto armado, tenía 31 años y con el grado de
teniente primero, integraba la Compañía de Comandos 601, la unidad de fuerzas
especiales del Ejército Argentino.
Apenas arribó a las Islas Malvinas, el 26 de abril de 1982,
su misión -al mando de 20 hombres- fue realizar tareas de reconocimiento y
recorrer el terreno para familiarizarse con el lugar y con los kelpers. Después
del 1º de mayo, el primer ataque británico a Puerto Argentino, fue enviado a
las islas de los Leones Marinos, debajo de la isla Soledad.
"Nuestra misión -recuerda Duarte en diálogo con era
descubrir un desembarco enemigo. En algunas ocasiones bajo el fuego aéreo
británico o de batería. También hicimos tareas de reconocimiento de San Carlos,
Puerto Luis y Monte Kent. El 9 de mayo sufrimos una baja cuando es derribado el
helicóptero y muere un compañero mío, Roberto Fiorito, cuya misión era rescatar
a los sobrevivientes del buque pesquero Narwal".
Suboficial ayudante Francisco Altamirano en Malvinas (de pie en la foto) |
El 10 de junio de 1982, Duarte y su grupo se verían cara a
cara con la muerte cuando se cruzaron con una patrulla del SAS (Special Air
Service), un cuerpo de fuerzas especiales del Ejército Británico, al mando del
capitán John Hamilton.
Cerca del mediodía, con la tensión permanente de estar en
territorio enemigo, Duarte comenzó a tener el presentimiento de que algo podía
pasar en cualquier momento por lo cual se posicionó adelante del grupo. Además,
siempre estaba presente ese espíritu del soldado de buscar el combate.
Segudo por la derecha coronel (R) José Martiniano Duarte de la Compañía de Comandos 601 y último por izquierda mayor Aldo Rico jefe de la Compañía de Comandos 602 |
De regreso a Puerto Howard veníamos muy sigilosos y cuando
empiezo a dejar una pared de piedra a la izquierda, que era como una laja
gigante, escucho una comunicación de radio en inglés del otro lado de las
piedras. Me paro y hago señas tocándome el oído. Nos sacamos las mochilas y
cuando Moreno saca una granada y la deschaveta, yo le agarro la mano para
detenerlo. En una fracción de segundo pensé todas las posibilidades, y una de
ellas era que podían ser kelpers. Pero resultó ser la patrulla del SAS de
Hamilton. De pronto, veo a un tipo de frente arrastrándose, era morocho con
bigotes y tenía un pasamontañas verde oliva que me resultaba familiar (después
me enteré que era de la infantería de Marina argentina y que ellos lo habían
tomado en las Georgias). Me asomo a medio cuerpo, estábamos a unos 8 metros, y
le grito: "!¿Argentino o inglés?! ¡Salgan con las manos en alto! ¡Hands
up!". El tipo pega un salto al costado y nos manda una ráfaga de fusil
AR15. Ahí Moreno tira la granada y empieza el combate. Fuego que va, fuego que
viene, nos tiran una granada que cae muy por detrás nuestro. Yo trataba de
calcular la cantidad de bocas de fuego que me estaban tirando. Nuestra ventaja
era que los habíamos escuchado antes.
Cabo primero del SAS, Roy Fonseca |
Iniciamos el regreso con el prisionero manos en alto, y
ordené que se tomara todo lo que se pudiera de los elementos del enemigo.
También decidí que íbamos a dejar el cadáver y que lo rescataríamos al día
siguiente. Fueron 8 km. de caminata. En un momento empezaron a pasar rasantes
los Harrier que estaban buscando a la patrulla del SAS, lo que nos obligó a
ponernos cuerpo a tierra. En esa situación me quedé cara a cara con el
prisionero Fonseca y le digo: "War is war! Hoy vos, mañana yo", y me
contesta enojado: ¡Nooo...políticos!".
Al día siguiente se buscó el cadáver de Hamilton. Cuando le
reviso la billetera veo cuatro fotos: Una de él, otra de una chica muy
jovencita, que atrás decía Vicky, y otras dos de un nene y una nena. Tenía mi
misma edad, dos nenes chicos como tenía yo en esa época y recuerdo que pensé:
pobre tipo...le tocó. Horas después lo velamos toda lo noche en un galpón y le
pusimos una bandera británica sobre el cuerpo que le pedimos a los kelper. A la
mañana siguiente durante el entierro, en el cementerio de Howard, formé a mi
sección en un cordón de honor, mandé saludo uno y le rendimos honores como a un
soldado que combatió valientemente.
Militar británicso del SAS capitán Hamilton, muerto en combate el 10 de junio de 1982 en Islas Malvinas |
Encuentros en la posguerra
Duarte debió aceptar la rendición de Puerto Argentino. En
uno de los contactos que tuvo con un coronel inglés le entregó la
identificación de Hamilton y le informó que había muerto peleando heroicamente
en combate. "Fue un honor para mí enfrentarlo", le dijo al oficial
británico, quien se emocionó y lo abrazó. A partir de ahí y hasta el momento de
dejar las islas, el grupo de Comandos recibió un trato especial y respetuoso de
parte de los ingleses. No olvida el reencuentro con un féliz Fonseca porque,
según le contó, iba a cobrar once sueldos por haber sido prisionero de guerra.Pero la historia no terminaría ahí para Duarte. Veinte años
después, en 2002, un periódico inglés lo invitó a Londres para reunirse con la
viuda de Hamilton.
Estuvimos más de una hora hablando. Me acuerdo que cuando el
periodista inglés me presentó a Victoria Carter (la de la foto que decía Vicky)
dijo: "El es el que mató a su marido héroe". La viuda se ríe, me da
la mano y dice: "El no es un asesino, es un soldado que peleaba por su
patria". Ella me agradeció haber manifestado el heroísmo de su esposo, que
permitió que la Reina se lo dijera personalmente, cuando le entregó la condecoración
de Hamilton. Me contó además que Hamilton seguía enterrado en Howard porque así
era su deseo; que no tuvieron hijos y que las fotos de los chiquitos que yo
había visto eran de ellos mismos de pequeños. Ahí me cerró la historia. Sobre
todo la parte humana, porque lo que yo pensaba que estaba bien... estaba bien,
me lo confirmó la viuda: Cada uno combatía por la patria y en el último minuto
del combate lo hicimos por la vida.
Francisco Altamirano también se reencontró con Fonseca en Islas Seychelles.
Almas grandes, guerreros cristianos. Los que allí pelearon y pusieron el cuerpo a las balas tienen todo el derecho de ver en el enemigo a un camarada. Los que no estuvimos, no tenemos ese derecho. CC55 Piñero Carlos Alberto que sirvió en la Aviación Naval, allá por 1982 por la prórroga universitaria. Un respetuoso y agradecido saludo.
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