jueves, 25 de abril de 2019

Malvinas : la última misión del submarino ARA Santa Fe


Malvinas : la última misión del submarino ARA Santa Fe

El comandante del submarino, el capitán de fragata (R) Horacio Bicain relata la histórica participación en el desembarco del 2 de abril y la posterior labor en las Georgias cuando fue atacado por seis helicópteros británicos.

El submarino ARA Santa Fe, construido en Estados Unidos a fines de la Segunda Guerra Mundial, fue incorporado por la Armada Argentina en 1971. Una década después, el 21 diciembre de 1981, el entonces Capitán de Corbeta, Horacio Bicain, con 38 años, asumió su comandancia.

Zarpamos de Mar del Plata el 27 de marzo con una tripulación de 75 hombres y una sección de buzos tácticos. Cuando salimos le comuniqué a toda la dotación que íbamos para Malvinas y que nuestra misión era desembarcar a los buzos tácticos para que tomen el aeropuerto, el istmo que lo unía con la zona de Puerto Argentino, y marcar la playa de desembarco para orientar a las embarcaciones de los Infantes. La tripulación estaba eufórica, todos sabíamos que si se hacia el desembarco íbamos a ser parte de la historia. Por mi parte, estaba sumamente tranquilo, porque sabía que no iba a haber oposición naval.


Estuvímos en inmersión frente a Malvinas desde el 30 de marzo a la noche y por el periscopio veíamos mucho movimiento. El 1 de abril se produjo un incendio de un cable maestro y me quedé sin comunicaciones, sólo recuperamos la función de escucha. Logré recibir la orden de cancelar mis dos primeras misiones y sólo me quedó la de marcar la playa de desembarco. Por lo tanto, tuve que tomar la decisión de cambiar de playa. A las 23.50 del 1º de abril cuando apagan el faro del Cabo San Felipe y veo el movimiento de la flota confirmé que el desembarco se estaba realizando. Entonces decidí avanzar en inmersión para luego salir a superficie para que armaran los botes y cumplieran su misión. No me arrepiento de la decisión de haber cambiado de playa, porque en la elegida originalmente había tres nidos de ametralladora de los ingleses.

La última misión

El 7 de abril regresaron a la base de Mar del Plata y ese mismo día Bicain fue notificado que tenía que partir hacia las islas Georgias. Zarparon el 16 de abril ya con los torpedos de combate y su misión fue trasladar a un grupo de 20 Infantes de Marina para reforzar las Georgias, víveres como para 90 días y 10 toneladas de carga entre equipos de radios, misiles anti helicópteros y hasta un cañón sin retroceso. La vieja nave iniciaba su última misión.

Rumbo hacia las Georgias

Enfrentamos un temporal muy grande que originó el desprendimiento de parte de la torreta. A 50 metros de profundidad se movía, entonces decidí ir más abajo. Una de mis preocupaciones era que de los 20 infantes que llevábamos solo uno había navegado en submarino y si alguno enloquecía, por la claustrofobia, había pensado, como solución final, pegarle un tiro. Pero se lo bancaron y nadie entró en pánico. A diferencia del 2 abril, este viaje fue totalmente distinto porque teníamos que burlar el bloqueo que ya había declarado Gran Bretaña.

Capitán de fragata re Horacio Bicain estuvo al mando del submerino ARA Santa Fe, en Georgias del Sur

En inmersión llegamos a las Georgias el 24 de abril. Cuando se hizo de noche salimos a superficie y avanzamos pegados a la costa para burlar los radares y superar otro problema que eran las piedras. Yo daba por sentado que los británicos sabían de nuestra presencia y, años después, me enteré que pasamos entre dos submarinos nucleares: el Conqueror y el Splendid. Si nos hubiesen detectado nos bajaban. Antes de desembarcar nuestra duda era si en Georgias había ingleses. Entonces, entre los infantes de marina que yo tenía embarcados y los que habían quedado desde el 3 de abril en las islas se comunicaron por radio, por un canal internacional, pero en jeringoso y con sus apodos. Y así nos enteramos que había solo argentinos y mandamos las lanchas.

Además del personal, las lanchas descargaron todo el material. Yo había decidido que a las 4 de la mañana emprenderíamos el regreso con dirección a una caleta para hacer algunas reparaciones. Pero nos retrasamos y salimos 4:45, en la penumbra del amanecer. Estábamos saliendo en superficie cuando aparece un helicóptero inglés y nos tira dos bombas de profundidad. Explotaron cerca, no se produjeron daños pero el Santa Fe se sacudió todo, se cortó la luz y la propulsión. A los pocos minutos, que a mí me parecieron horas, cuando se normalizó el sistema decidí volver a Grytviken. En total fueron seis helicópteros que nos atacaron con ametralladoras y misiles.


Cada uno hacia lo que tenía que hacer en esas circunstancias. Hubo miedo pero no pánico, lo cual demuestra que el adiestramiento que teníamos fue el adecuado. Había que negarle la vertical a los helicópteros para evitar que nos tiren otras bombas desde arriba. Entonces salieron siete cabos con fusiles para dispararles a los helicópteros. Tres tiraban y cuatro recargaban. Cuando los helicópteros vieron que se les hacía fuego desde el submarino no se acercaron mas, tiraban de lejos. Ese día los británicos reportaron dos helicópteros averiados que tuvieron que aterrizar de emergencia. Uno de los misiles que nos tiraron pegó en la torreta y ahí perdió la pierna el cabo Macias.


Averiado, logramos llegar ( al muelle) mientras los ingleses seguían atacando con misiles y ahora agregaban los morteros. Desembarcamos y en las horas siguientes, cuando podíamos, fuimos bajando del submarino los planos de la flota y los quemamos. Por la tarde, el capitán Lagos, jefe de la infantería de Marina en tierra, me informó que teníamos que rendirnos. Las ordenes políticas que tenían era dejar que los ingleses recuperaran las islas con acciones de fuerza, pensando que después se podía discutir. No querían muertes inútiles. Yo quería pasar la noche para evaluar los daños del submarino y saber si podíamos volver, pero Lagos me dijo que no, que a la noche iba a ser una carnicería.

La rendición

A eso de las 16, nos pidieron que arriáramos la bandera argentina e izáramos la inglesa. Por supuesto, que la inglesa no la izamos. Se produjo, en ese momento, un hecho que siempre recuerdo y que me pone la piel de gallina: Formados, entonamos el Himno Nacional a capela mientras arriábamos la bandera. Apenas terminamos, empezaron a salir comandos ingleses de todas partes y fuimos tomados prisioneros.

La muerte del suboficial Artuso

Al día siguiente de la rendición, el comandante de la Fragata británica Brillant, Capitán Coward, que era submarinista, viajó a Grytviken para examinar el ARA Santa Fe. Se reunió con Bicain y le comunicó que debía sacar el submarino de donde estaba amarrado en el muelle porque representaba un peligro, ya que el ácido sulfúrico de las baterías podían crear gas cloro en contacto con el agua. Después de un intercambio de palabras con Coward, Bicain seleccionó gente de su tripulación para cumplir con la tarea que terminaría trágicamente.


Los ingleses nos acompañaron con ametralladoras al submarino y en un momento se empieza a inclinar por los agujeros que tenía de los ataques. Entonces yo le digo a Coward que había que prender los compresores, y él acepta. El ruido que empezó a escucharse respondía a la orden que dí. Pero en ese momento el timonel me grita: ¡Le pegaron un tiro al suboficial Felix Artuso!. Fue un trágico error. El inglés que estaba custodiando a Artuso pensó que estaba hundiendo el submarino y por eso lo mató. Ellos hicieron un sumario muy serio y reconocieron que fue un error. La muerte de Artuso es algo que yo cargo sobre mi conciencia, porque si yo no hubiese aceptado lo que me pedía Coward, hoy Artuso estaría vivo. Fue enterrado con honores en el cementerio de Grytviken durante una ceremonia realizada por los ingleses, que yo acepté y agradecí. En 1985 los británicos quisieron llevarse el submarino a Londres pero se terminó de hundir.

La gesta de Malvinas

Fue la primera vez que se le demostró al mundo nuestro interés real y cierto. Dando la vida y enfrentándose a la segunda potencia de occidente con la ayuda de la primera. Y en lo personal, participar de una guerra me dio más fortaleza para tomar decisiones y menos tolerancia con los inútiles. Ninguna guerra es un privilegio, pero tuve la oportunidad de comandar una unidad y sentir el respeto de mis subordinados. Comandé una unidad de combate vieja y demás, pero era mi submarino.

2 comentarios :

  1. Apasionante y doloroso relato. Honor y gloria a nuestros héroes

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  2. "A capella cantábamos el Himno Nacional mientras arriábamos nuestra bandera..." la pucha se añuma el gargero paisano! Viva la Patria carajo!!!!!

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