Son 105 los soldados argentinos identificados en Malvinas
Malvinas: El soldado Claudio Alfredo Bastida fue identificado en el cementerio de Darwin
El soldado conscripto del Regimiento Patricios, Claudio Alfredo Bastida de 19 años, fue como
voluntario a la guerra muriendo en combate sin dejar su trinchera en Monte
Longdon, alimentando de municiones a una ametralladora MAG 7,62 mm sin pausa,
sin miedo, durante las eternas horas que duró el combate.
Claudio había nacido en San Martín el 5 de junio de
1963. Creció siguiendo con pasión los
partidos de tenis de Bjön Borg y John McEnroe, las carreras de Fórmula Uno de
Carlos Reutemann y Jacques Lafitte, y los nuevos discos que lanzaba AC/DC. Era
alegre, sonreía con facilidad y le gustaba soñar con largos viajes por el mundo.
Estaba haciendo el servicio militar en el Regimiento
Patricios cuando estalló la guerra. "Frankestein", como lo llamaban
sus compañeros por su enorme tamaño, no dudó ni un instante y pidió ir al sur.
-Mamá, quiero servir a la Patria, le había dicho a María Vidriales antes de partir.
Pequeña y frágil, la mujer abrazó a su único hijo y lo
despidió con lágrimas pero sin reproches. Alto, corpulento, orgulloso en su
uniforme militar, Claudio Alfredo Bastida la envolvió en sus brazos mientras le
decía que se quedara tranquila, que todo iba a estar bien.
Su padre Ismael Bastida había muerto cuando él era muy
pequeño; su madre, una española incansable, había trabajado de sol a sol para
llevar el pan a la mesa; a sus 19 años y como único sostén de familia podía
haber pedido quedarse en el continente. Pero eligió ir a Malvinas.
Los soldados Patricios se dividieron entre Puerto Argentino,
Dos Hermanas y Longdon. Su sección de ametralladoras tenía la misión de apoyar
al Regimiento 7. A Claudio le tocó el Longdon, que tres días antes de la
rendición, el 14 de junio de 1982, donde se produjo un fuerte combate.
El ataque comenzó pasadas las ocho de la noche del 11 de
junio. Los paracaidistas ingleses habían planeado avanzar en la oscuridad, sin
ser detectados por las tropas argentinas, para lanzar el ataque final. Pero en
la oscuridad cerrada de la noche, un soldado británico pisó una mina. "La
explosión le arrancó una pierna y el elemento sorpresa se perdió", explicó
muchos años después el teniente general Hew Pike, quien estaba al mando de la
operación.
En ese instante se desató el infierno. "El caos
reinaba. Los argentinos gritaban las órdenes desde lo alto, seguido por ráfagas
de armas automáticas, balas trazadoras y explosiones", contó el militar
inglés.
Las bengalas iluminaron el campo de batalla. Los hombres
pudieron ver cómo se luchaba cuerpo a cuerpo, con las bayonetas en alto. En su
trinchera, Bastida y Daniel Orfanotti -el apuntador de la MAG- dispararon sin
respiro contra los paracaidistas ingleses que superaban en cantidad de hombres
y armas a las fuerzas argentinas.
Un compañero que los vio combatir recordó que cuando las
esquirlas dieron de lleno en el cuerpo de Bastida, un pequeño fragmento de
metal se incrustó en el cuello de su compañero. "Ocurrió que las bombas
lanzadas por los ingleses eran de esas que buscan el calor u objetos
'calientes', por eso cayó una muy cerca de la MAG ", dijo el ex soldado
Patricio. "Eso nos da una idea de la cantidad de balas que escupió la
ametralladora de Bastida en esa cruenta batalla", agregó.
El 12 de junio de 1982 el tableteo de su ametralladora solo
se apagó cuando las esquirlas de las bombas enemigas atravesaron su cuerpo.
Finalizada la guerra, cuando María Vidriales recibió la
trágica noticia, solo pudo decir: "Me lo mataron". Y esas dos únicas
palabras fueron las que marcaron siempre su eterno dolor.
Cuando le llegó el momento de viajar a las islas, María supo
que su hijo no había sido identificado, como le ocurrió a tantos familiares de
Malvinas. Claudio no tenía una tumba con su nombre en Darwin. Ella, quizás,
eligió una al azar donde dejar sus lágrimas y sus oraciones. Quizás abrazó,
como otras madres, una de las cruces blancas con la misma fuerza que abrazó a
su hijo el día que partió. Desde ese mismo instante siempre lo buscó.
Con el paso de los años, y luego del dramático tiempo de
olvido y silencios, llegaron los recuerdos y los honores. Con emoción asistió
en 2009 al acto en el Regimiento Patricios donde erigieron un monumento a su
hijo. La cara de Claudio, tallada en hierro, allí en lo alto, marcaba su
heroica muerte. El coronel Gabriel Bao comparó su valor con el de Orencio Pío
Rodríguez durante las Invasiones Inglesas y la del coronel Manuel Rosetti en la
Guerra del Paraguay. María, entonces, dejó caer una lágrima.
La señora María Vidriales madre del soldado Claudio Bastida y
el compañero de trinchera de Claudio Bastida –
Daniel Orfanotti – descubren un
monumento al héroe en el Regimiento Patricios, 2009
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Muchas más lágrimas tuvo que derramar esta madre durante 36
años. Al dolor de la ausencia se sumó la angustia de no saber dónde estaba el
cuerpo de su hijo. Por eso, cuando el Plan Proyecto Humanitario se puso en
marcha, María y Alicia quisieron dar muestras de sangre para que sean cotejadas
con las que se tomaron en las 121 tumbas en el cementerio argentino en
Malvinas.
Hoy a los 89 años, en su casa y junto a su hermana, María
recibió la noticia que tanto esperó: su hijo fue identificado en Darwin. Miembros de la Secretaría de Derechos
Humanos, a cargo de Claudio Avruj, del Equipo Argentino de Antropología Forense
y del Centro Ulloa le notificaron: "Claudio yace en la tumba D.B.3.6″.
María, entonces, derramó una nueva lágrima. Había hallado a
su hijo.
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